sábado, 1 de octubre de 2011

Casa con dos puertas...

…Mala es de guardar. Así se deben de sentir los cientos de miles de internautas en todo al globo al entrar en sus cuentas de redes sociales y empezar a compartir fotos, vídeos y vivencias con los usuarios etiquetados como ‘amigos’. ¿Quién me dice que esta foto no va a recorrer medio mundo sin mi permiso? ¿Qué garantías tengo yo de que mi vida va a permanecer protegida en estas redes en teoría inexpugnables?

Es el eterno debate: el progreso de las telecomunicaciones versus la sacrosanta privacidad. En este decenio nos vamos a estar pegando encontronazos con este tema día sí y día también. A diario vemos cómo surgen nuevas iniciativas, a caballo entre la funcionalidad social y los intereses mercadotécnicos. Para muestra, un botón. O mejor, un término que a estas alturas ya no nos debería sonar a chino: la geolocalización: la publicación online del lugar físico en el que estamos. Imagínate que has quedado con tus amigos en el Plaza Mar 2 para ver la nueva de Spielberg, y quieres que todo el mundo se entere. Fácil y sencillo, no tienes más que entrar a Foursquare, por ejemplo, y hacerlo saber. Quien sabe, quizá descubras gracias a esta aplicación que tu exnovia también anda por ahí...

Con FourSquare, todos sabrán dónde estás. Para bien o para mal.


Las posibilidades de esta app, como he comentado antes, van más allá. No sólo podrás hacer saber dónde estás, sino que además tendrás la posibilidad de hacer check-in en locales patrocinados para obtener ofertas exclusivas. Todo parece muy bonito, pero imaginemos por un momento que no somos muy diestros en la configuración de nuestros dispositivos y Foursquare está actualizando nuestra posición continuamente. "Culpa del usuario por no saber utilizar el programa", pensará el desarrollador. Pero nuestra intimidad queda en entredicho al tener una especie de dedo virtual señalándonos sin cesar. Y como Foursquare, otras tantas herramientas en redes sociales se han subido al caro; Facebook ya permite adjuntar datos de geoposición a nuestras actualizaciones, tales como:
  • Compartir dónde has estado
  • Compartir dónde estás
  • Compartir dónde vas a estar
Herramientas interesantes, pero que de ser puestas en las manos equivocadas, pueden tornarse en un verdadero problema. Nuestros hijos podrían no ser conscientes del peligro que reside tras tanta innovación, y que nos obliga a ser especialmente cautos con lo que ponemos y no ponemos en la red de redes.

Lain, una serie animada sobre los peligros intrínsecos de Internet

Este problema del compromiso de nuestra identidad no nos debería pillar por sorpresa, sin embargo. Ya muchos nos llevamos las manos a la cabeza allá por 2007, cuando Google anunció que Maps se iba a ampliar ostensiblemente con la inclusión de Google Street View, una herramienta anexa que nos permitiera ver las calles como si camináramos por ellas, a través de un complejo sistema de fotografías en 360 grados realizadas por una cámara en un vehículo. Por supuesto, las posibilidades de este chisme son enormes, y muchos viajeros las hemos usado infinidad de veces para poder guiarnos en ciudades desconocidas, por poner un ejemplo común. Pero no son pocos los incidentes que ha causado, accidentalmente, Street View: desde incidentes bochornosos a pilladas in fraganti, Google ha tenido a bien retirar o censurar aquellas fotografías en las que aparecían personas, matrículas de vehículos o cualquier indicio de actividad que podría comprometer la seguridad de aquellos individuos fotografiados involuntariamente.


Sin embargo, las críticas no han cesado desde el momento de su aparición. En Alemania, una ley dictaminó el derecho legítimo de las personas para retirar de GSV imagenes donde aparecieran ellos, sus familiares o sus casas. En Suiza, por contra, se impuso a Google la necesidad de ocultar manualmente las caras y las matriculas reveladas en sus fotografías, ya que 'el software utilizado para tal caso es sólo fiable en un 99%', lo que convierte a Street View en una herramienta cuya dedicación puede atravesar fácilmente la línea de lo tolerable para sus responsables. Ahora Google ha llegado con esta herramienta a Israel, no exenta de polémica.






Uno de los tantos inconvenientes de Google Street View: la furtividad








La pregunta básica que se plantea a continuación es: ¿Somos conscientes del peligro real que se esconde tras las posibilidades de Internet? ¿Estamos amparados por la ley en el caso de que nuestra privacidad sea comprometida? Mi opinión al respecto es que Internet, hoy por hoy, es una bestia indomable, a la que nadie quiere poner un cascabel. Y estamos cediendo sistemáticamente a las bondades que nos ofrece, sin detenernos en los peligros inherentes. Sólo hay que pasarse por la red más utilizada por adolescentes, Tuenti, y comprobar el uso que se le da: la subida de miles de millones de fotografías, en las que muchas de ellas aparecen individuos ebrios, chicas menores ligeras de ropa, y en donde se publica constantemente la vida y las intimidades de miles de personas. La política de privacidad de Tuenti expone lo siguiente:



TUENTI se preocupa de garantizar la seguridad y confidencialidad de tus datos, por eso adoptamos los niveles de seguridad exigidos por la normativa de protección de datos e instalamos los medios técnicos a nuestro alcance para evitar su pérdida, mal uso, o acceso no autorizado, de los datos personales que nos has facilitado a través de los servicios de TUENTI.

Sin embargo, el mínimo de edad de Tuenti, 13 años, es algo que los usuarios se saltan a la torera, y hay muchos usuarios por debajo de esta franja. No hay control posible al respecto más que la supervisión de los padres. Y es que Internet, al igual que la televisión y otros medios de comunicación de amplia difusión hoy en día, es una herramienta que da acceso a más de lo que quisiéramos, y eso repercute directamente en nuestros hijos.

Los padres necesitan obtener el conocimiento suficiente para poder ayudar a sus hijos a discernir entre lo favorable y lo peligroso en Internet. Puede que nosotros, los veinteañeros, seamos más o menos conscientes de lo que conlleva cada acción en la red de redes, pero la realidad es que hay mucha ignorancia al respecto, y toda una retahíla de falsos mitos que se extiende como un cáncer, haciendo flaco favor al progreso correcto de nuestra red favorita. Por un mundo mejor (que no más) conectado, extendamos las bondades, y defendámonos unos a otros de los peligros.


Pieza tras pieza, logramos extender el conocimiento